Esto no es un testamento efímero, sino un testamento del presente. Y a tí, mamá, te lo lego todo.
Te lego mi simpatía y mis peores pensamientos, mi coherencia y mi absurdez. Te lego mis cosas más queridas y mis mejores recuerdos.
Te lego mis entramados y más estúpidos pensamientos, además de las imágenes que forman mi corta experiencia.
Te entrego con agrado mis pasiones y mis mayores temores.
Te lego, el cuchillo, el tenedor y el espejo, junto con el arte y aquella hermosa ciudad.
Te lego mis enseñanzas y consejos que salieron de tu boca, para que los tomes y los mires.
Te lego esa hoja en blanco que me diste en la que aún no he escrito mi historia.
Te lego el libro del Principito porque quiero convertirme en una persona grande y ver lo invisible.
Te lego mi almohada, guarida de mis aspiraciones y obsesiones, y te lego mi cámara, que me ayudó a observar y comprender.
Te lego mi patrimonio de disfraces que me hacían olvidar y que ya no necesito porque conozco mi identidad.
Te lego aquel llanto que no pude calmar.
Te dejo mi suspiro, sonrisas.
¿Y por qué te lego esto?
Por que tú me diste la vida.
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